En este profundo reportaje analizamos con sus protagonistas los inicios del rugby femenino en la Comunitat, su evolución con el paso de los años y el ‘boom’ reciente que ha terminado por asentar las secciones femeninas en casi todos los clubes, otorgando además muchas jugadoras valencianas a las selecciones nacionales.
Pero no siempre fue así, y por ello este viaje a lo largo de varias décadas, con algunas de las mujeres que mejor pueden atestiguar el enorme cambio experimentado en el panorama del balón ovalado.
Los inicios: una época de valientes
José Cuesta fue uno de los entrenadores que vio de cerca cómo el rugby femenino daba sus primeros pasos a nivel autonómico, y especialmente en la ciudad de Valencia. Fue allá por los años 80 cuando un grupo de adolescentes del colegio Teodoro Llorente de la capital del Turia, donde José daba clase, comenzaron a juntarse y a querer formar un equipo de juego.
Anteriormente a los 80 ni a nivel federativo ni por supuesto de clubes se contemplaba, también por la falta de candidatas, una vertiente femenina a desarrollar en el rugby. Fue este mencionado grupo de valientes mujeres, que se integraron inicialmente en el decano Tatami Rugby Club, las que sembraron una semilla que primero dio sus frutos con esporádicos encuentros contra equipos de Madrid o Cataluña que pasaban por Valencia.
“No habría más de 13 o 14 chicas, no llegábamos ni a un equipo completo. Con el paso de los años hicimos un partido en Valencia contra las novias-mujeres de jugadores del CAU, más curtidas, en un claro intento de mostrar al mundo que la mujer también tenía que hacer deporte, y en concreto darle una oportunidad al rugby”, rememora José Cuesta.
Por aquel entonces no había podido cuajar el proyecto de escuela de rugby de la Universidad de Valencia, bajo la supervisión de Toni Gimeno. Un pequeño grupo de jugadoras que se lo dejó ante la falta de rivales y competición, sin un contexto adecuado para seguir creciendo en el oval.
La gran oportunidad llegó con la creación, y consolidación, de la sección femenina de rugby dentro de la Universidad Politécnica de Valencia. Eran los inicios de la década de los 90, siendo los tiempos del Poli los que más hicieron por el auge del oval femenino en el entorno.
Aquella orgullosa y referente sección de rugby femenino de la Politécnica impuso durante muchos años su dominio en la Comunitat Valenciana, integrándose sus jugadoras, en un pasado reciente, dentro de la estructura del Rugby Club Valencia (Tecnidex Valencia Femenino por motivos de patrocinio). Sobre todo para luchar de tú a tú con un CAU que, a través de su política de inmersión de chicas en todas las categorías, acabó por derrocar a la poderosa UPV.
Fueron años donde, a falta de otros equipos femeninos a nivel autonómico, buscar la forma de costearse viajes para competir y mejorar contra rivales más poderosos en otros lugares de España. “Nos inscribimos en la liga madrileña, la más fuerte de las ligas autonómicas por aquel entonces”.
Íbamos todos los fines de semana a jugar allí porque no podíamos jugar en la Comunitat, teníamos que tener sede en Madrid como si fuera nuestro campo local”, añade Cuesta, que fue su entrenador en aquel proyecto del Poli y actualmente pertenece al Rugby Club Valencia.
Una situación que obligó a que las propias chicas, la Universidad Politécnica y sobre todo la Federación Valenciana buscaran la forma de promocionar el rugby en casa, para encontrar más mujeres dispuestas a probar esta disciplina.
Llegaron las concentraciones en Alicante y Castellón para generar un mayor interés, y ese fue otro paso importante para que las tres provincias no solo no perdieran la ilusión de los inicios, sino que poco a poco y muy lentamente fueran constituyendo una auténtica cultura de rugby femenino.
Conseguimos hacer una liga federada autonómica con un equipo de cada provincia, fue el primer intento de constituir una liga oficial en a Comunitat Valenciana. Tenían que jugar a 12 o 13 porque muchas veces no podían jugar con 15 jugadoras en cada equipo”, relata un José Cuesta que está cargado de anécdotas de aquellos momentos.
Testigos de unos años irrepetibles
Hay muchos nombres que recordar del pasado, especialmente cuando queremos bucear en los albores del rugby femenino en Valencia y en toda la Comunitat Valenciana. Uno de ellos es el de Cruz García, una figura que todos señalan como fundamental para entender el salto cualitativo que ofreció la pionera y referente sección de la Universidad Politécnica en los 90.
A nivel universitario en esa instalación se sucedían los equipos de rugby femenino, con un 100% de amateurismo y más voluntad que conocimientos. Con el boca a boca y la amistad como principal reclamo para captar más jugadoras, pero sin una metodología clara que seguir para dejar a un lado la etiqueta de simples conjuntos de novias de jugadores, sin más aspiraciones que las de pasar un buen rato.
Así fue durante los primeros años de vida del equipo del Poli, hasta que la personalidad y ambición de Cruz caló hondo y sobre todo motivó al resto de compañeras. Su llegada supuso un antes y un después para la sección, que a partir de ese momento encontró una capitana a la que seguir ciegamente.
“Había que dar un impulso y yo sobre todo quería jugar partidos, no solo entrenar y juntarnos 4 ratos. Hay que tener en cuenta que las chicas en aquella época no eran deportistas, es el gran salto actual porque desde hace 5-7 años las chicas que empiezan a llegar al rugby ya son deportistas. Antes eran jugadoras que simplemente eran amigas de otras, y a lo mejor no daban ni una vuelta al campo”, señala Cruz.
El rugby de aquellos años, todavía más exagerado en las mujeres, era mucho de salir y compartir risas con las amigas, más de socializar que de jugar”, añade.
Cuando echa la vista atrás recuerda las arduas negociaciones con los responsables del Poli para desarrollar y encontrar más apoyos económicos para la sección, buscando amistosos y viajando en coches propios hasta Barcelona o Madrid.
Todo por jugar unos 4 partidos como máximo al año, siendo derrotadas con marcadores abultados, pero viviendo experiencias que en aquellos años no tenían precio dadas las circunstancias del rugby femenino en la Comunitat.
Sus experiencias vitales en el rugby incluyen épocas, como ella misma describe, actuando de “mercenarias” en equipos como el BUC de la Ciudad Condal. “Algunas de nosotras nos íbamos todos los fines de semana a la liga catalana a jugar porque no podíamos montar nada en casa”.
Pero llegó un acontecimiento importante para el rugby autonómico, como fue la entrada del conjunto femenino de la Politécnica en la prestigiosa liga de Madrid. “No ganamos ni un partido en más de un año, pero el segundo y último año de participar en esa competición ganamos y fue una fiesta increíble”, rememora Cruz, que detalla cómo luego se intentó reactivar la competición en la Comunitat Valenciana a través de las ya mencionadas concentraciones en las 3 provincias para captar jugadoras.
“Planteamos calendarios de concentraciones con entrenamientos y partidos, para aglutinar a todas las jugadoras de rugby de la Comunitat”, apunta la valenciana, que además del Politécnico donde pasó más de 10 años de su vida deportiva también sabe lo que es jugar en Francia y recientemente en el CAU, siendo una de las veteranas de la competición nacional.
A sus 44 años ya ha puesto el punto y final a su etapa de competición, viviendo los últimos 4 años una segunda juventud en la sección femenina del CAU Rugby Valencia que tan buenos resultados ha obtenido a nivel autonómico. A su lado ha estado Nuria Amigo, otra de las supervivientes de los tiempos gloriosos y revolucionarios para el rugby femenino en el Poli.
Patricia Contreras, una chica de Alicante, también es digna de mención por ser alumna de la Universidad de Alicante y hacer el esfuerzo de ir a jugar a Madrid con la Universidad Politécnica, ante la ausencia de un equipo en su provincia. Hasta hace pocos años aún se la veía jugar en los campos, siendo además entrenadora en la Universidad de Alicante.
Y es imposible olvidarse de Arantxa Arana, vasca de nacimiento pero valenciana de adopción, como otra de sus figuras que perduran en el tiempo, de aquel proyecto de referencia en el rugby femenino valenciano durante dos décadas que fue el equipo de la Universidad Politécnica de Valencia.
De Valencia a hacer historia con la Selección Española
Antes de una leyenda para el rugby femenino de la Comunitat como Raquel Socías ya estaba Arantxa Arana. Fue la primera chica que, estudiando y jugando en el Poli, pisó la selección española en los 90 y además en equipos nacionales que competían a gran nivel.
Nacida en Irún, se convirtió en la primera internacional que tuvo la Comunitat Valenciana. Su físico y carácter le hicieron destacar muy pronto en el deporte del oval, cuando a principios de los 90 eran las hermanas y novias de jugadores lo que abundaba en el Poli y también en el CAU, el otro gran equipo de esos años.
Su memoria alcanza a ilustrarnos sobre esa época oscura y más precaria en su deporte favorito, cuando surgían equipos como Cullera, Rugby Club Valencia, San Roque, La Safor o Tatami, pero cuyo nivel y sobre todo nula capacidad de captar a más chicas no hacía viable una Liga Valenciana.
Entre que la mayoría de equipos pasaban del rugby femenino, y la Federación Valenciana tampoco apostaba ni creía demasiado en ello, pues no tenía continuidad”.
Arantxa estuvo convocada con España para el Mundial del 91 en Gales (considerado oficioso), donde fueron sextas que ha sido el mejor puesto hasta la fecha en un Mundial de la selección femenina nacional. Sólo estaba ella representando a la Comunitat en el XV de las ‘Leonas’, aunque en una preselección anterior le acompañaron jugadoras valencianas como Ana Bosch y Carolina Sendra.
Guarda especial cariño a tipos como Alfonso Vidal, su primer entrenador en el Poli, ayudado por dos chicos del equipo Senior masculino de la universidad como Adolfo y Adrián. También menciona a Adolfo Quesada, “un chico del Poli y también del equipo Senior que se desvivía por estar con nosotras”.
En aquellos primeros años era difícil encontrar gente que quisiera entrenarlas, aunque tipos como Jorge Aranda, José Cuesta o Marc Boix siempre dieron un paso adelante. “A partir de esta época reciente del siglo XXI ya no llama la atención el desarrollo del rugby femenino”, concluye.
El gran referente
“Ha sido el referente para la Comunitat Valenciana durante muchos años, luego ha salido más gente pero mujeres como ella o como Cruz García mantuvieron siempre la llama viva en Valencia. Ahora han venido tiempos mejores y la gente se ha animado”.
Son palabras que puede pronunciar, y pronuncia, mucha de la gente que vivió en primera persona aquellos tímidos pasos en los 80, y especialmente la progresiva consolidación del rugby femenino valenciano en los 90 y 2000.
Un nombre emerge siempre por encima del resto: Raquel Socías. Fue en 1991, con 16 años, cuando ella fija sus comienzos en el juego del rugby. La falta de empaque y continuidad de los proyectos con el femenino de protagonista era la tónica, pero siempre con la excepción del Politécnico de Valencia, donde ella también estuvo.
“Nos entrenaba el que podía, se iban alternando. Chano fue el que apostó por el rugby femenino y nos entrenó muchos años, fue un poco el pionero que movió esto y empezó a contactar con Elche y Murcia para competir un tiempo”, apunta Raquel.
Su calidad destacaba, y antes de lo que hubiera imaginado ya estaba formando parte del Mundial de Amsterdamcon la Selección Española Femenina. Era el año 1998, y Raquel Socías era la única valenciana presente.
Se convirtió, sin lugar a dudas, en la primera jugadora valenciana en romper y destacar a nivel internacional. Tras Valencia pisó Barcelona y Madrid, donde también jugaban sus dos hermanos, Toni y Alberto, que también han sido piezas destacadas a lo largo de la historia del rugby valenciano y español.
El currículum de Raquel, que además de jugadora fue entrenadora en los últimos tiempos de la sección femenina de rugby en la Universidad Politécnica, antes de que las chicas se integraran en la estructura del Valencia Rugby Club, incluye Ligas, Copas de la Reina, campeonatos de Europa de clubes, “y luego hemos ganado campeonatos de Europa de rugby XV y de rugby Seven con España”, detalla la que fuera capitana de las ‘Leonas’.
‘De casta le viene al galgo’, toda vez que ella forma parte de una familia donde el balón ovalado ha estado siempre en la mesa familiar. De 5 hermanos han sido 4 los que se han dedicado a este deporte, tanto ella como tres de sus hermanos varones, y así nos relata José Cuesta por qué ha sido tan importante para el rugby valenciano la figura de Raquel Socías.
“Sus éxitos fueron ganados a base de esfuerzo, de estar ella sola entrenando en las pistas de atletismo del río con series y trabajo muscular todos los días. Era tenaz, y al cabo de los años sin partidos aquí tuvo que buscar otros sitios donde poder jugar y crecer como deportista”.
“Se fue a Madrid, y allí ya se convirtió en imprescindible para el rugby femenino español”, detalla Cuesta.
La visión desde el despacho y el banquillo
Este profundo repaso a buena parte de la historia y evolución del rugby femenino en la Comunitat Valenciana no puede continuar sin mirar también fuera del campo. Hacia aquellas mujeres que abrieron camino en clubes y federaciones, siendo Amparo Segura una pionera en toda regla.
Tesorera del CAU Rugby Valencia, está vinculada a los colores rojinegros desde hace más de 20 años. Con bagaje en el mundo del balonmano, su experiencia incluye paradas en federaciones como la de rugby de la Comunitat Valenciana, de vicepresidenta económica, y luego también de vocal en la de balonmano.
“Recuerdo que a nivel nacional, cuando me puse a llevar cosas de la federación española, creo que fui la primera mujer en ocupar un puesto en la federación española de balonmano, y en Valencia con el rugby seguro que fui la primera vicepresidenta que hubo”, afirma.
La parte económica del CAU, así como la búsqueda de patrocinadores y sponsors, recae sobre sus veteranos hombros, y aquí todos la consideran una pieza clave para el buen funcionamiento de la estructura del histórico club valenciano.
Creo que ahora empiezan a haber más mujeres en roles como el mío, pero cuando yo empecé no había ninguna”, resalta Amparo, campeona de España en su juventud como portera de balonmano en el mítico Iber.
De Ana María Aigneren, colombiana de nacimiento, sólo se pueden destacar elogios por su trayectoria deportiva en la selección española y en el Olímpico de Pozuelo madrileño. Sus virtudes como jugadora no las disfrutó la Comunitat Valenciana, pero en la última década su labor formativa y sus conocimientos han ayudado a motivar e impulsar a toda una nueva generación de jugadoras de rugby valencianas.
Comenzó como entrenadora de la Universidad de Valencia, todavía en activo como jugadora de las ‘Leonas’ y también en el Olímpico de Pozuelo, y cogiendo las riendas de una sección universitaria muy ‘verde’ fue capaz de conducirlas hasta el título nacional universitario.
“Con la Universidad de Valencia conseguimos quedar campeonas de España en la temporada 2014/15”, recuerda, siendo sus jugadoras durante años las grandes dominadoras del Campeonato Autonómico de Deporte Universitario (CADU) que se disputa previamente.
Como líder físico y espiritual de las ‘máquinas’, que así les gusta que les llamen, Ana María ha sido testigo directo del desarrollo del rugby femenino en la Comunitat Valenciana. Una tierra que ha encontrado en su seno grandes proyectos formativos como el de la Universidad de Valencia, donde se concentraban jugadoras de diversos equipos autonómicos para luego hacer ‘piña’ en busca del título nacional universitario.
Una forma de elevar su nivel de juego, su competitividad, y de donde han surgido nombres como el de la actual ‘Leona’ María Ahís.
El presente de una gran formadora como Ana María Aigneren, que también ha sido durante dos temporadas seleccionadora del Senior Femenino de la Valenciana, ahora radica en el Valencia Rugby Club, en el Tecnidex Valencia Femenino, donde vive su tercera temporada al frente de una sección que el curso pasado conquistó por fin el título autonómico que tanto ansiaban.
El rugby fuera de la provincia de Valencia
La provincia de Valencia ha sido el motor y referente en cuanto al rugby femenino en la Comunitat, tratando siempre de arrastrar en la inercia positiva a las provincias de Castellón y Alicante. Y es precisamente en ésta última donde escuchamos el nombre de Yolanda Sempere, quien a sus 27 años ha aparcado el rugby por las lesiones y por tener una vida estable fuera de él.
Hermana de César Sempere, otro alicantino ilustre de Villajoyosa y parte del olimpo del rugby valenciano y español, siendo internacional con el Seven en los Juegos Olímpicos de Río 2016, llegó a ser la primera alicantina en estar seleccionada con la absoluta de XV y de Seven.
Una inoportuna lesión de espalda le impidió debutar cuando el momento llamó a su puerta, y ha sido la que ha ido apartándole progresivamente del más alto nivel. Pero mientras estuvo en forma, el nombre de Yolanda Sempere estaba en las quinielas de la selección española y en lo más alto de la historia del rugby femenino de Alicante.
Así repasa su trayectoria deportiva, sin duda marcada por la grave lesión de espalda pero sobre todo por la falta de oportunidades para competir al más alto nivel, que ahora sí que tienen las nuevas generaciones de rugby femenino en la Comunitat.
“En mi época de adolescente no había nada, y tuve que esperar a ser mayor de edad para poder ser llamada a la selección absoluta. No había categorías inferiores ni tantas opciones como hay ahora”, rememora la alicantina, que tuvo que irse a competir a Madrid ante la ausencia de una liga de la Comunitat Valenciana.
Su madre no quería que jugara a un deporte que consideraba para chicos, y su hermano César fue su primer entrenador. Desde entonces Yolanda no paró de crecer personal y deportivamente, jugando de apertura con velocidad y desborde además de una excelente visión de juego, y todavía recuerda con especial cariño la figura de “Bea Muriel, la mejor entrenadora de mi vida”.
Eran los años donde cambió Cheste por la Universidad Politécnica, y donde se trasladó a vivir y jugar a Majadahonda aprovechando el estudio de la carrera. “Fueron los 4 mejores años de mi vida, deportivamente hablando”, reconoce Yolanda, que estaba dentro del grupo de 15 chicas que entrenaban todos los días Seven en laresidencia de alto rendimiento Joaquín Blume, con los técnicos de la selección española de Seven en Madrid.
La pena, como ya hemos dicho, fue la lesión que le tuvo tiempo sin poder andar por una fisura en la vertebra. “Intenté volver a jugar, pero psicológicamente no era lo mismo”, confiesa, destacando también los inicios tan duros cuando apenas era una chiquilla mezclada en equipos de niños.
Al enfrentarnos a equipos en el Campeonato de España oías al entrenador rival decir que ellos no jugaban contra nosotros porque había una chica como yo en el equipo, y no querían hacerme daño. Ha habido gente que ha venido directamente a decirme que esto es un deporte y equipo de chicos, y que no debería estar jugando ahí”.
Experiencias que actualmente ya forman parte del pasado, cada vez más una anécdota si aún se escucha algo así en los campos de juego de rugby. Una lección que aprender y que no deben olvidar las mujeres que han cogido actualmente el testigo de las Cruz García, Raquel Socías, Yolanda Sempere o Ana María Aigneren.
Lo mejor para la Comunitat Valenciana es que cada vez hay más como ellas y los equipos ya tienen completamente asimiladas las secciones femeninas, que ahora es cuestión de seguir mimando y que crezcan en cantidad y calidad.
María Calvo, Jeanina Vinueza, María Ahís, Ingrid Algar o Teresa Bueso son algunos de los nombres de referencia que continúan con el legado de aquellas primeras valientes, que abrazaron el oval cuando todo estaba en su contra.
El éxito de hoy en día es consecuencia del trabajo en las escuelas, donde juegan juntos chicos y chicas hasta los 16. Les Abelles, CAU, Rugby Club Valencia, Tatami, San Roque, CR La Vila y muchos más, cada uno en la medida de sus posibilidades, aportan a diario su granito de arena por esta causa.
Contando con dos divisiones femeninas a nivel territorial repletas de chicas que juegan en mejores campos, reciben mejores entrenamientos y disfrutan de nuevas camisetas cada año. Cada vez hay más chicas que quieren apuntarse a este deporte, con el mismo espíritu que mostraron aquellas pioneras de los 80 y 90.
Aún así, y lo refleja Yolanda Sempere para cerrar este reportaje, “creo que el rugby femenino sigue necesitando mucho más apoyo. El equipo femenino sigue siendo secundario, y el masculino siempre será el principal para los clubes. Por suerte, ahora ya no se ve tan raro un equipo mixto con chicos además de 2-3 chicas”.
Redacción: Yosoynoticia